Desde 1881, durante su nueva estancia en Roma, Anselmo Guinea (Bilbao, 1854-1906) consolida su trayectoria consiguiendo notable éxito comercial. Durante esta etapa, su trabajo comenzó a reflejar una sensibilidad influida por la experimentación lumínica que compartiría con su amigo y colega Adolfo Guiard, cuyas composiciones avanzaban hacia un naturalismo cercano al impresionismo.
El cuadro representa una escena urbana impregnada de cotidianidad y tensión narrativa. La pintura muestra a un agente de orden público probablemente riñendo a un joven vendedor de periódicos. Otros niños, presumiblemente también vendedores, observan la escena agazapados junto a una farola. El fondo, con su atmósfera brumosa y una iluminación difusa, deja entrever los inicios de un tratamiento pictórico más etéreo que Guinea desarrollaría posteriormente en otras obras. Los detalles de las figuras y los objetos —desde el uniforme oscuro del alguacil, con detalles en rojo que podrían recordar los estilos de uniformes municipales de la época, hasta los periódicos arrugados en manos del joven— demuestran la precisión de Guinea al plasmar tanto texturas como emociones contenidas. El Alguacil no solo evidencia su habilidad técnica, especialmente en el tratamiento de la luz y las texturas, sino que también anticipa el interés de Guinea por el realismo social, una tendencia que se consolidará en su época final, a comienzos del siglo XX conectándolo con las corrientes artísticas y narrativas de su tiempo.