En esta segunda pieza de la colección Iberdrola, Salazar se aproxima nuevamente a rincones característicos de Bilbao. Realizada en 2013, refleja un trayecto imaginario que permite reconocer la ciudad a través una pintura cargada de pigmento y color, en donde recurre a fragmentos fotográficos que superpone y retoca mezclando gouaches, tintas, grafitos y ceras, generando una atmósfera dinámica donde la perspectiva se torna irreverente. Contrasta zonas de color intenso con grises y ocres, delineando siluetas de edificios, puentes o vegetación. El resultado es una visión distorsionada, casi onírica, de la ciudad, que parece remitirnos a la construcción colectiva de la imagen urbana. Salazar se apoya en fotografías sencillas que manipula con libertad, para luego integrarlas en la composición. Esa mezcla de gestualidad —propia de la pintura— y de documentación fotográfica encamina el collage hacia un estilo híbrido y espontáneo.
Han sido muchos los reconocimientos a la obra de Dora Salazar tras recibir la beca en 1986, de la Diputación Foral de Bizkaia. Entre otros, el Primer Premio de Escultura Gure Artea en 1990, y el Prix du Ministere de la Jeunesse de Luxemburgo en 1995. Entre sus exposiciones individuales destacan las realizadas en la galería Arteko y el Koldo Mitxelena Kulturunea de Donostia, el Aula de Cultura de Basauri de Bizkaia, la Galería Windsor Kulturgintza de Bilbao, y la Galería L´Home de Bois, de Honfleur (Francia). Su obra se conserva en numerosas colecciones públicas y privadas como las de los museos de Bellas Artes de Navarra y Álava o ARTIUM.