Un recuerdo, es un claro ejemplo de la predilección de Zamacois por las escenas íntimas y la ambientación de las mismas. La pintura muestra a un joven vestido con ropas de inspiración dieciochesca que, probablemente en un jardín o una finca, junto a una tapia, graba el nombre “Louise” en el tronco de un árbol. El personaje va ataviado con botas, calzas y espada al cinto, evocando un aire romántico. A sus pies, un jubón o una capa descansa en el suelo, aportando un tono narrativo a la escena. El artista logra una atmósfera cercana gracias a la pincelada fina y al empleo de una paleta muy matizada, donde predominan los verdes y ocres del follaje. La suavidad de la luz resalta la naturalidad de la vegetación y confiere un aspecto casi teatral a la composición. El reducido tamaño de la tabla potencia la sensación de intimidad, intensificando la relación entre el espectador y la escena representada.
Pese a su corta vida, Zamacois participó en certámenes internacionales y obtuvo el reconocimiento de la crítica de su época, llegando a exponer en el Salón de París donde recibiría la medalla de oro en 1870. Tras este galardón, la fama del pintor se extendió entre los círculos culturales europeos, cosechando gran éxito comercial. La obra de Zamacois se encuentra en el Museo Nacional del Prado, el Thyssen de Málaga y el Museo de Bellas Artes de Bilbao, además de en colecciones públicas y privadas de todo el mundo.