Una superficie en blanco y negro acoge manchas –como pruebas de imprenta– junto con fragmentos de textos entre los que, en mayor relieve, aparecen los dos que dan título a esta pieza. Ancladas en tal superficie, tres chapas en forma de L de hierro galvanizado soportan una estructura de madera que sobrevuela la imagen del fondo y se apropia del espacio delantero. Las tres chapas ocupan posiciones equidistantes en perfecta posición paralela. Sin embargo, la estructura de madera que lanzan al espacio no corresponde a una lógica aparentemente comprensible, si bien su perfecta construcción y acabado muestran una decidida voluntad por ser así. El único punto en el que parecen coincidir lo impreso y lo voladizo es la base de madera que permite el equilibrado apoyo de todo ello sobre el suelo.
La obra de Txomin Badiola ofrece habitualmente numerosos motivos para la intriga. Sus esculturas y fotografías poseen una contundente presencia formal y muestran todo lo que son, sin pliegues ni ocultamientos; no obstante, el relato que proclaman revela ciertos aspectos que, al quedar abiertos e irresueltos (o al dar esa impresión), alientan un discurso especulativo y, consiguientemente, la formulación de interrogantes que describen un amplio arco de cuestiones: lo metanarrativo, lo constructivo, el diálogo de imágenes, la dialéctica de contrarios o distintos, etc. Lo hermético que encierran estas construcciones no conduce al mutismo, sino a la reflexividad y a la necesidad de abrir una puerta al sentido (algún sentido, pues puede haber muchos) que las termine de convertir en lo que desean ser.