Nacido en Bermeo en 1873, Benito Barrueta inició su formación artística en su tierra natal y la enriqueció más adelante con estancias en Madrid —donde se familiarizó con la herencia de los grandes maestros en el Museo del Prado— y finalmente en París, epicentro de las corrientes más innovadoras de principios del siglo XX. Este recorrido vital le permitió incorporar un lenguaje pictórico que combinaba la tradición española con influencias modernas, alimentadas por el contacto con otros artistas y la observación de nuevas tendencias. Aunque Barrueta no alcanzó la misma fama que otras figuras de su época, dejó una huella profunda en la pintura vasca de la primera mitad del siglo XX.
En Biarritz (1941), Barrueta elige un lienzo de proporciones contenidas para plasmar el litoral vasco-francés, reflejando su afinidad con los temas costeros. La composición ubica el horizonte en la zona superior, dejando que el espectador recorra visualmente la orilla y las rocas que se suceden en primer plano. La pincelada, lejos de buscar una representación minuciosa, se centra en la atmósfera matizada de la costa y dota al paisaje de un aire sereno. La pequeña figura en la parte inferior derecha, que se encuentra aparentemente leyendo en un mirador, o junto a una escalera que bajaría a la playa introduce una sutil referencia a la presencia humana, acentuando la escala del entorno.
Este óleo se sitúa en un momento de madurez artística del pintor, que había regresado a su lugar de origen durante los convulsos años treinta. El ambiente relajado de la pintura sugiere la preferencia de Barrueta por escenas sosegadas, en las que el color y el trazo transmiten el carácter inconfundible del Cantábrico. En términos de relevancia, Biarritz evidencia la capacidad de Barrueta para sintetizar en un cuadro de dimensiones modestas, la experiencia acumulada en su trayectoria.
Sus obras figuraron en exposiciones tan prestigiosas como el Salón de Otoño de París y la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid, reflejando la estima de la que gozaba su lenguaje pictórico. El Museo de Bellas Artes de Bilbao conserva algunas de sus creaciones.