• Joven negra
      

Joven negra (1939)

Joven negra (1939) nos revela la faceta más íntima y menos conocida de Benito Barrueta (Bermeo,1873-1953): su trabajo como dibujante. A lo largo de su carrera, el dibujo ocupó un lugar esencial en su proceso creativo, funcionando tanto como herramienta de estudio como medio de expresión independiente. En esta pieza, realizada en grafito sobre papel, Barrueta captura con gran economía de medios la esencia de la figura retratada, utilizando un trazo seguro y decidido que enfatiza los volúmenes del rostro mediante contrastes de luz y sombra.

El pequeño formato de la obra sugiere que podría tratarse de un estudio o apunte, algo habitual en su producción, sobre todo en los años previos a su regreso definitivo a Bermeo. Su inclinación por la representación de la figura humana se hace evidente en esta composición, donde prescinde de cualquier elemento accesorio para centrarse exclusivamente en la expresión y estructura de la cabeza. A través de sombreados graduales y líneas enérgicas, logra dotar de profundidad y presencia al retrato, capturando un instante de introspección en la modelo.

Realizada en un periodo marcado por la inestabilidad política y económica, esta obra es también reflejo de la resiliencia artística de Barrueta. Durante su exilio en Francia, el artista encontró en el dibujo una vía para plasmar la realidad que lo rodeaba, desde escenas de refugiados hasta retratos más introspectivos como este. En su etapa posterior, el artista siguió utilizando esta técnica con frecuencia, abordando escenas cotidianas y figuras de su entorno más cercano.

Pese a ser más conocido por la pintura, los dibujos de Barrueta revelan una faceta imprescindible para comprender su sensibilidad artística. La producción gráfica del artista, expuesta en diversas ocasiones tras su fallecimiento, demuestra un notable dominio del trazo y una gran capacidad para sintetizar lo esencial sobre el papel.

 
Biarritz
1941
 
Biarritz
1941