• Ariza III
      

Ariza III (1963)

Este personaje de Antonio Saura posee todas las características propias de la obra pictórica de su autor. Pertenece a la época en que Saura realizó diversos retratos de personajes históricos, en particular del rey Felipe II, en los que se muestra al gobernante con rasgos de histerismo y monstruosidad, bien entendido que en tales retratos no existe ninguna voluntad de representación fisonómica, sino la captación e interpretación de una personalidad política. De igual manera, entendemos que en esta pintura se contempla la sombra o el eco de una presencia movediza, algo turbia y evanescente, como demostración de la imposibilidad de conocer verdaderamente al sujeto, a lo humano, siempre cercano a lo animal.

Resuelto con los gestos y las pinceladas del action painting sin caer en la abstracción (más cerca, por tanto, de las mujeres de Willem de Kooning que de la irrealidad de Jackson Pollock), Saura no recurre a trucos del oficio, sino que se planta frente al lienzo y con la sola ayuda del material básico (soporte, color y pincel) realiza su trabajo. Escapa de los desgarros en el lienzo, desdeña utilizar otros materiales que no sean los convencionales, rechaza mezclar el color con materias arenosas o de otro tipo, no abandona el pincel para dejar gotear o escurrir el óleo…; en cierto sentido Saura es un pintor tradicional con un planteamiento estético muy moderno.

No lejos de esta representación fantasmagórica se intuyen oleadas de influencia surrealista, no tanto en el tema –puro pretexto– como en la manera de abordarlo, dando salida por medio de la gestualidad impremeditada al inconsciente del creador. Cada pincelada era el resultado de un impulso, espontáneo y no racionalizado en el acto de ejecutarse, lo que en ningún modo supone que cada lienzo no fuera resultado de un planteamiento previo decidida y racionalmente meditado. Saura combinaba los espacios vacíos del lienzo con los llenos de color, normalmente monocromáticos, mediante supuestas improvisaciones que, sin embargo, estaban protocolizadas con el rigor de los rituales íntimos.