• Bilbaínas en el Arenal
      

Bilbaínas en el Arenal (1910-1915)

Tan antiguo como el lenguaje de los abanicos –paradigma de la comunicación críptica en un mundo donde decir ciertas cosas no estaba autorizado– practicado por estas dos damas, la primera de las cuales, con la postura forzada del brazo y mano izquierda, en la que sostiene un abanico abierto, le dice a la mujer del fondo: «vamos, y me cuentas».

Losada desempeñó un papel semejante en la pintura. Sus escenas de un Bilbao de mediados del siglo XIX, que obviamente no conoció, por el que paseaban damas y caballeros de indumentaria preisabelina, transitaban carruajes preferroviarios tirados por caballos, se representaban festejos memorables y se recuperaban monumentos y paisajes desaparecidos, jugaban con la idea de una edad de oro desaparecida. Lo curioso era que, lo mismo que Unamuno, Orueta y los demás practicaban una escritura moderna, también Losada era un pintor de lenguaje avanzado, influido tanto por el posimpresionismo como por una revisión de la pintura histórica española, pero que recreaba un mundo superado: un estilo moderno para visionar un Bilbao antiguo.

Con el auge industrial de Bilbao durante las primeras décadas del siglo XX, y los múltiples cambios físicos y sociales que trajo aparejados, algunos bilbaínos vieron surgir, desde los rincones profundos de su espíritu, fuertes sentimientos de nostalgia por un Bilbao desaparecido, por la villa comercial y discreta de sus padres y abuelos que los nuevos bilbaínos no conocieron –o que, como mucho, vieron siendo niños–, pero de la que oyeron hablar en términos casi de paraíso perdido. Fueron algunos escritores los que plasmaron con mayor nitidez tales sentimientos: las memorias de un bilbaíno, de José de Orueta, los recuerdos de niñez y mocedad –así como el memorialismo de una paz en la guerra– narrados por Miguel de Unamuno, los esfuerzos de Emiliano Arriaga por recopilar y preservar un lexicón bilbaíno en claro trance de desaparición, el teatro de Óscar Rochelt… Manifestaciones muy claras, entre otras, de esa mirada melancólica hacia un pasado que se disolvía o definitivamente disuelto ya.

 
Marinero con acordeón
ca. 1895
Llegada de ‘La Paloma’
1915
 
Marinero con acordeón
ca. 1895
Llegada de ‘La Paloma’
1915